La desigualdad
y la informalidad, así como la pobreza en la tercera edad, siguen situándose
entre los niveles más altos de América Latina, a pesar de los avances
conseguidos en la reducción de la pobreza en términos generales. El salario
mínimo es elevado en relación con los ingresos laborales, lo cual empuja al
sector informal a los jóvenes, a los trabajadores de baja cualificación y a los
residentes de regiones menos desarrolladas. A pesar de encontrarse en niveles
históricamente bajos, el desempleo estructural sigue siendo alto en términos
internacionales, lo cual reduce el bienestar de la población.
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