APRENDER
A FILOSOFAR
La filosofía surge cuando nos hacemos
preguntas ineludibles, que incomodan nuestra vida por la urgencia de
atenderlas. Son preguntas que nos obligan
a responder a su llamado; surgen desde el fondo de cada ser humano y en
consecuencia se vuelven universales. Cuando respondemos al llamado como una
vocación para hallar la VERDAD surge la filosofía. La filosofía supone una
disposición del ánimo por el cual acogemos una interpelación, porque no solo
oímos, sino que esencialmente ESCUCHAMOS.
Llega a filosofar quien se dispone y
recibe las preguntas fundamentales como su más íntima pertenencia y quien se
confía desinteresadamente a la tarea de su resolución. Esta disposición del
ánimo –temple- no es igual en todo pensador. En un principio, siglo VII a C.,
lo hicieron los primeros filósofos llamados presocráticos, anteriores a Sócrates, movidos por el asombro ante
las cosas, por la perplejidad.
Aristóteles se movió por el deseo
de saber, el cual es propio de todo hombre que quiere “huir de la
ignorancia: todos los hombres desean saber por naturaleza”. Renato Descartes,
se valió de la Duda
ante lo que ordinariamente suponemos verdadero. Johann Gottlieb Fichte,
consideró que e interés por la verdad es un impulso originario de
nuestra razón. El existencialismo ha planteado para hallar respuestas el camino
de la angustia, no como temor o desesperación, sino como una actitud
interior de carácter sereno, reflexivo y
duradero.
Aunque la disposición puede cambiar
tanto en el caso de las distintas filosofías como de sus períodos históricos,
toda filosofía presupone un ánimo determinado que funda y orienta sus preguntas
conductoras.
ü Todos tenemos inquietudes filosóficas
Nos hemos hecho preguntas como: ¿los
animales piensan? Una respuesta inteligente es responder que sí. Los seres
humanos somos animales y animales no humanos y humanos pensamos. Pero eso no es
lo que nos inquieta. Lo que nos preocupa es un misterio: parece un hecho que
animales no humanos se comunican entre sí y, cuando observamos un perro, nos da
la sensación de que entiende. Parece como si los animales “pensaran”. Pero
¿cómo saberlo?
Estas dudas nos conducen a otras que
producen una especie de pasmo intelectual: ¿Qué es pensar? ¿Qué es ser
consciente? ¿Qué es ser persona? Tales preguntas resultan extrañas o más bien
nos sentimos extraños ante ellas, pues no nos las hacemos todos los días y nos
producen desconcierto porque no sabemos cómo abordarlas. ¿Cómo las respondería
usted? ¿Su respuesta daría satisfacción, no suscitaría una nueva pregunta?
En algún momento todos hemos
experimentado “inquietudes filosóficas”. Generalmente las pasamos por alto o
les prestamos atención por unos instantes
y luego olvidamos. Pero por más rutinaria y aburrida que sea nuestra
vida, nuestra capacidad de asombro no muere, permanece. Nuestro apetito
intelectual, anímico y espiritual está presente y de algún modo buscamos manera
de satisfacerlo.
Todo aquello que nos preocupa
profundamente y en ocasiones nos
sorprende, nos invita a investigar. Pero también podemos ser sensibles ante las
cosas sencillas, comunes u obvias. No
tiene que ocurrirnos algo grave ni tenemos que asistir a un espectáculo asombroso
para que se despierte nuestra admiración, para que surjan entre nosotros
preguntas que nos dejen perplejos. Sin lugar a
dudas somos seres curiosos y en la actividad filosófica hay mucho de
curiosidad. Recordemos lo que decía Aristóteles “todos los seres humanos, por
naturaleza, desean saber”.
Pero la CURIOSIDAD POR SÍ MISMA NO BASTA para justificar la actividad filosófica, pues la filosofía no
se practica únicamente por curiosidad. Y aunque todos tenemos inquietudes
filosóficas, no todos sabemos filosofar, pues no todos sabemos cómo abordar
estas inquietudes. Y seguramente aquí está el centro del saber filosófico, pues
aunque la filosofía la podamos definir como el conjunto de “inquietudes” que
pueden causar asombro a los seres humanos, también se le puede definir como la
acción que permite abordar filosóficamente estas inquietudes. Por lo tanto, en
lugar de hablar de preguntas filosóficas, es más adecuado pensar en cómo
abordarlas de manera filosófica. La filosofía es una manera de enfrentar dificultades,
de afrontar preguntas y de pensar en ellas. En otras palabras, la filosofía es
un cómo. Y si todos somos filósofos en alguna medida, nos lleva a comprender
que todos estamos en la capacidad de asumir actitudes filosóficas ante diversas
circunstancias.
¿Por qué entonces hacer filosofía?,
dando una respuesta más o menos acertada podemos decir que hacemos filosofía no
sólo por simple curiosidad sino por la necesidad de hallar:
- Un modo de afrontar
aquellas inquietudes que nos asombran
- Una manera
de enfrentar la perplejidad propia de los seres humanos
ACTIVIDAD
PARA LA CLASE
Escriba un texto
sobre una situación concreta que a usted le cause admiración, respeto, temor,
sentimiento de trascendencia. Exponga en él las razones que suscitan dichos
sentimientos en su mente y que de alguna manera afecten su sentido y estilo de
vida, las ideas que surgen en su mente y las propuestas que podrían sugerirle
una alternativa nueva para asumirla en su tarea de vida.
(Escriba con
claridad, con ideas semánticamente correctas, buena redacción y ortografía)
En el salón de clase,
forme equipos de tres compañeros y comparta su texto, intercambien impresiones y
formulen una breve ponencia para presentar ante el grupo. Tenga en cuenta los
conceptos que ha estudiado y analizado hasta el momento.
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